Algunas falacias políticas para desenmascarar
Existen ciertas ideas erradas sobre el radicalismo y el peronismo que se pueden corregir si se revisa con honestidad y rigor la historia argentina.
Por: Elva Roulet
Fuente: EX VICEGOBERNADORA DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES
En la política argentina se han instalado algunas falacias que es necesario desenmascarar.
El radicalismo es el partido de la democracia y el peronismo el de la justicia social. Sobre la primera parte de este aserto no hay ninguna duda.
En cambio, el concepto de justicia social es una concepción decimonónica vinculada con los reclamos de los trabajadores frente a los avances del capitalismo, conflicto que pone en evidencia la cuestión social.
Fue mencionado por primera vez en 1843 y usado en 1889 por los socialistas fabianos ingleses, adoptado por los laboristas y el partido socialista de Francia, formando parte de la Constitución de la OIT desde 1919 e incorporada en 1931 a la doctrina social de la Iglesia Católica.
Leandro Alem, fundador de la Unión Cívica Radical, la presentó como el programa de la República para la defensa de los desposeídos, constituyendo así un humanismo a la vez personal y social, para el cual la verdad política no es distinta de la verdad moral.
Rescatada en la Convención Nacional de 1933, la noción había sido adoptada por el socialismo de Alfredo Palacios. El presidente Hipólito Yrigoyen envía al Congreso en 1921 el Código de Trabajo que constituye el primer proyecto integral de legislación obrera de la Argentina en el que se desarrollan los derechos del trabajador como hombre y productor.
La apropiación a partir de 1945 del peronismo sobre este concepto lo traslada en 1947 a la denominación del mismo, asociando la justicia social con el peronismo como depositario exclusivo de sus principios.
Es una falacia cuya demostración es clara con sólo considerar los tantos años de gobiernos peronistas transcurridos en los que las desigualdades, la pobreza, las carencias de educación, la marginalidad y las injusticias se han profundizado, sacrificando tres generaciones de argentinos. La justicia social fue desde finales del siglo XIX patrimonio de todas las manifestaciones políticas progresistas, una noción asociada con dignidad humana, paz y democracia, tanto fuera como dentro de nuestro país.
Sólo los peronistas saben gobernar. Esta es otra falsedad.
Los peronistas parecen no concebirse fuera del gobierno.
Saben, en cambio, impedir que otros gobiernen.
Es la oposición sistemática en el Congreso o las Legislaturas, son los paros generales del aparato sindical que forma parte orgánica de su estructura, una originalidad desconocida en otras latitudes.
Es la falta de diálogo en búsqueda de los consensos necesarios para resolver los graves problemas del país. Es la intemperancia como comportamiento más frecuente en las relaciones políticas. Es la búsqueda de la derrota del otro.Y cuando están en el gobierno es autoritarismo, soberbia y deseo de perpetrarse, que en su intento de afianzarse en el poder arrasan con la república y las instituciones.
Así ha quedado pendiente la deuda de la justicia social que es el requisito insustituible de una democracia verdadera.